J. REDONDO     POTES    28-9-12

“LOS LEBANIEGOS SON MUY ACOGEDORES  Y BUENA GENTE”.

D.N.I: Nombre: Carmelo Ajuria;  nació  en la localidad de Izurtza, Vizcaya, el día 16 de julio de 1949. AFICIONES: Pasear y la lectura.

Nos encontramos frente a una persona que nada más mirarla se puede apreciar en ella que respira tranquilidad, sosiego y dulzura. El más pequeño de seis hermanos, nos dice que eligió ser fraile franciscano por convicción, porque desde pequeño sintió esa atracción y luego se fue madurando sobre todo también porque en la familia se sentía la religión como algo inherente a la misma. Ha pasado por diferentes destinos y recuerda especialmente los diecinueve años que pasó en Olite, Navarra. De los navarros dice que son  brutos pero muy sanos. También ha estado muy a gusto en Liébana en las dos etapas que suman una estancia de 12 años, de los cuales tres ha sido superior y otros tres ecónomo de Santo Toribio. Califica a los lebaniegos de ser muy acogedores, agradecidos y “buena gente”. Le destinan a Valladolid aunque “yo no lo he pedido, pero hay muchas necesidades y sobre todo sé que es la voluntad de Dios”. Estamos hablando de Carmelo Ajuria, Padre Franciscano del Monasterio de Santo Toribio de Liébana que marcha de la comarca  tras haber desarrollado aquí su labor religiosa durante varios años.

Pregunta. ¿Por qué un joven decide en un momento determinado dedicar su vida a Dios y los demás siendo fraile?

Respuesta.- En mi caso siempre he dicho que desde pequeño sentí esa atracción que poco a poco se fue madurando. La familia influyó mucho en mi decisión ya que era muy religiosa. Soy el menor de seis hermanos y tengo dos hermanas monjas, un hermano estaba estudiando en aquella época para franciscano así como un primo y uno más ya fue ordenado franciscano siendo yo pequeño. El resumen es que todo aquello fue afianzando la convicción que yo sentía. La paradoja es que todos estos que he comentado se salieron y orientaron su vida por otros campos, pero yo sin embargo seguí con esa convicción y aquí estoy después de ser ordenado un 10 de octubre de 1973.

P.- ¿Recuerda los destinos que ha tenido a lo largo de todos estos años?

R.- Pues mi primer destino fue en Aránzazu porque fue allí donde terminé mis estudios. Aquí estuve dos años. Aunque el primer destino considerado como oficial fue Olite, en Navarra. Me siento muy  a gusto con los navarros, no en vano estuve durante trece años  y en otra etapa otros seis, lo que suma un total de diecinueve años, más otros tres que había estado durante la carrera. El temperamento navarro siempre me ha gustado, yo suelo decir que el navarro es bruto pero muy sano. De Olite vine a parar a Liébana, al Monasterio de Santo Toribio, donde permanecí durante seis años, los tres últimos de Superior. Pasada esta primera etapa lebaniega marcho a Durango ya que en esa época coincidió que mi padre estaba enfermo y pedí la posibilidad de que me acercaran lo más posible al domicilio paterno para poder cuidarle. Así lo hicieron mis superiores, pero desgraciadamente falleció justo al mes de mi llegada. No obstante seguí tres años más en Durango y después comenzó la segunda etapa de Olite donde estuve otros seis años. Cumplidos estos se me destina a Soria capital de Superior ,  al Colegio San José de los Padres Franciscanos,  los tres años de permanencia en esta ciudad. Al mismo tiempo era capellán de las Clarisas donde había más de cincuenta monjas de esta congragación. Vuelvo A Liébana coincidiendo con el Año Jubilar del 2006 y permanezco aquí hasta el día 2 de octubre en que marcho a mi nuevo destino en Valladolid. Los tres últimos años en Santo Toribio he sido el Ecónomo del Monasterio. En Valladolid estaré de Vicario Parroquial en La Inmaculada-Iglesia de San Antonio, lo mismo hice en Olite durante doce años aunque cada lugar tiene sus características.


P.- ¿Cómo es un día cualquiera en el Monasterio de Santo Toribio?

R.-  Nos levantamos a las siete y cuarto y tras el aseo  realizamos una oración comunitaria  de unos quince minutos. Después la Oración de la Mañana y Misa tras la cual viene el desayuno. A este sigue la realización de las tareas que cada uno tiene asignadas a lo largo del mañana hasta la una y media que es la hora de la comida. Tras un descanso, a las cuatro se retoman de nuevo las tareas hasta las ocho menos cuarto en que llevamos a cabo una oración comunitaria a la que sigue una personal para a las ocho y media cenar. Tras la cena, hay tiempo de ocio en el que cada cual realiza sus aficiones y se marcha a las habitaciones cada cual cuando quiere aunque suele ser casi siempre muy temprano.

P.- ¿Cómo califica su estancia en la comarca de Liébana y qué ha sido lo mejor y lo peor que se lleva en el cómputo de estos doce años?.

R.- Me he encontrado siempre muy a gusto en Liébana, tanto en lo que se refiere al Monasterio como en las Parroquias que he tenido a mi cargo, Pembes, Mogrovejo, Tanarrio, Brez, Lamedo y Perrozo. La gente se vuelca mucho, sobre todo en las despedidas he podido apreciar que algo habré hecho bien cuando en todos los lugares se me ha hecho algún tipo de despedida cariñosa por los parroquianos de todas las localidades. En cuanto al balance, quizá lo mejor ha sido el trato con la gente donde siempre he sido muy bien recibido. Lo peor es que muchas veces me queda la duda de si habré sido capaz de hacer “calar” el mensaje a los parroquianos.

P.- ¿Su marcha a Valladolid es voluntaria o le destinan de oficio?.-

R.- Mi marcha hasta Valladolid, donde me incorporaré a partir del día dos de octubre, ha sido por traslado oficial. Personalmente no me había planteado marchar de Liébana, de hecho ya tenía mis planes hechos para seguir aquí, lo tenía todo organizado pensando en seguir, pero las necesidades  han precipitado los acontecimientos aunque voy con toda la ilusión del mundo a mi nuevo destino porque voy con la ilusión  de que puede ser de utilidad la labor a desarrollar, y sobre todo porque sé que es la voluntad de Dios y no la mía, y ante eso no hay nada que me detenga.

Dejamos al Padre Carmelo porque es la hora de retomar una de sus ocupaciones diarias, “porque aquí se trabaja hasta el último día, no existe la tregua”.  Intuimos que marcha ilusionado, pero a la vez con algo de intranquilidad porque “después de tantos años siempre te queda el miedo de si sabré hacer bien mi labor, y más que hacerla bien, si seré capaz de hacer llegar el mensaje de Dios a aquellos a los que desde el próximo día dos de octubre  serán mis nuevos parroquianos”.